Seguramente no haya sido trabajo fácil, y para armarte de valor hayas hecho uso de algún que otro brebaje espirituoso. Sea como sea, has triunfado y ahora estás en la antesala de la gloria, con tu conquista dispuesta a recibir tu espada entre sus piernas; y sin embargo, todavía queda un último trámite. Un papeleo que en el fondo consideras innecesario pero que sabes que es imprescindible: el preservativo.
Y es que tienes que ponerte la calcomanía para poder acceder al parque de atracciones, y tienes que hacerlo con cuidado para no estropearla, pero rápido para poder ser el primero en entrar en el túnel del amor. Si su colocación es lenta y aparatosa, podrás excusarte eludiendo a tu ingesta de las anteriormente nombradas bebidas espirituosas, pero aún así quizás ahora sólo puedas entrar en el túnel del terror. Preservativos que no se abren, que cuando consigues abrir haciendo uso de los dientes pueden haber sido rasgados -una de las cosas que más molestará a la encargada de revisar tu entrada al parque-, condones que colocas y recolocas una y otra vez para que no se salgan, ensanchando su base como si se tratara de un gorro de natación.
Con tanta burocracia, tu amiguito se habrá venido abajo antes de poder siquiera soñar con vomitar al bajar de la noria, y las ansias y la excitación por hacerlo habrán caído también en picado. Todo por culpa de un trozo de plástico.
Y ahora... ¿Qué? Ahora sal del paso como puedas, pero para la próxima procura hacerte con unos preservativos con abrefácil. Exacto, con abrefácil; como las latas de atún, los cartones de leche y los paquetes de queso rallado; pero para condones. Un abrefácil que te permitirá abrir el condón con una sola mano, con apenas un chasquido de dedos que parecerá más bien un truco de magia:
Lo siguiente es echar polvos mágicos y sacar el conejo de la chistera.
Incluso hay abrefáciles que no sólo te facilitan la apertura del condón, sino que además son "ponefáciles":
Ojalá las latas de atún también tuvieran "ponefácil" para que vaciarlas por completo fuera más fácil y menos pringoso.
¿Alguna vez te has preguntado por qué en las películas omiten siempre la parte en la que los actores deberían ponerse el profiláctico en las escenas de sexo?
La respuesta no tiene ningún misterio para los que ya no somos vírgenes: el momento en el que se pone el preservativo no tiene nada de excitante, sino todo lo contrario; para muchos es un momento de ansia, nervios y de cruzar los dedos mentalmente para que la cosa no decaiga.